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El FSP puso una trampa en la VII Cumbre para favorecer a Maduro

12 abril 2015

Días antes de la VII Cumbre de las Américas, los gobiernos pertenecientes al Foro de Sao Paulo (FSP) acordaron presionar conjuntamente al gobierno norteamericano, a fin de que éste suspenda las sanciones en contra de los corruptos venezolanos o, al menos, limite la lista a los siete funcionarios ya sancionados. La estrategia contempló dos aspectos, uno público y uno privado.

En sus respectivos discursos, Dilma Rousseff, Cristina Fernández, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, Raúl Castro y Nicolás Maduro –quienes estuvieron previamente concertados– atacaron a los EEUU, presentaron a Maduro como una pobre víctima, y exigieron la derogación del decreto contra el gobierno venezolano. Como era de esperarse, ninguno de ellos dijo nada respecto a la violación de los derechos humanos, la corrupción desatada, y la crisis humanitaria que vive Venezuela, pese a que 25 expresidentes habían resaltado públicamente a estos temas.

En las reuniones privadas con Obama, los mandatarios del FSP le dijeron que Venezuela estaba en peligro de sufrir una “ruptura democrática” que podía desembocar en “un conflicto sangriento”, por lo cual era preferible no seguir presionando a Maduro y más bien promover un “diálogo entre el gobierno y la oposición” (entendiendo por oposición la MUD); justo lo mismo que expresó Dilma Rousseff en una rueda de prensa (http://to.ly/Pmm7).

El objetivo del FSP –con el cual coinciden también algunos voceros del Departamento de Estado, la MUD y el propio gobierno venezolano– es estabilizar a Maduro en el poder y ganar tiempo hasta que se realicen las elecciones parlamentarias, las cuales supuestamente servirían para resolver institucionalmente los conflictos internos, sin que se produzca una ruptura del orden democrático.

Estamos convencidos de que esta estrategia no evitará un conflicto, por el contrario, lo agravará; porque el orden democrático ya está roto, la crisis económica no se resolverá con un acuerdo entre cúpulas y las elecciones parlamentarias, por sí solas, no revertirán la crisis humanitaria que se avecina.

Lo único que puede impedir que se desaten los demonios en nuestro país es, primero, reducir las tensiones, liberando a todos los presos políticos, cerrando los casos de persecución judicial y permitiendo el regreso de los exilados; segundo, convocar a un gran acuerdo nacional, en el que participen todas las fuerzas vivas del país y no solo los partidos, a fin de concertar medidas de emergencia que reviertan la crisis económica; tercero, dar marcha atrás al modelo político y económico impuesto por el Socialismo del Siglo XXI; y cuarto, repatriar los 350.000 millones de dólares robados por funcionarios venezolanos corruptos.